MIP como un servicio de primer orden
CAEMIP promueve que el Manejo Integrado de Plagas, sea considerado como un servicio de Primer Orden
La ciencia en sus diferentes ramas se ha ocupado de demostrar con claridad durante las últimas décadas, la importancia que tiene un adecuado control de plagas y vectores para la salud de los seres humanos y animales domésticos, e inclusive para aquellos animales criados con el propósito de alimentar a los primeros.
Tanto las crónicas históricas como las noticias de actualidad, nos demuestran con contundencia la importancia que siempre ha tenido la intervención humana en la lucha contra enfermedades de transmisión vectorial como el paludismo, el dengue, el hantavirus, chikungunya, peste, y cientos de sindromes y enfermedades con gravísimas consecuencias en seres humanos y animales transmitidas por organismos biológicos denominados en salud pública “vectores” y a nivel más popular simplemente “plagas”.
Por supuesto que no todas las plagas son vectores (ej: himenópteros). Existen numerosas definiciones de “plaga”, las que mayoritariamente hacen referencia a la abundancia nociva de las mismas, tanto a nivel doméstico como agrario. Otras son un poco más creativas. Como la que sigue:
“El concepto de plaga ha evolucionado con el tiempo desde el significado tradicional donde se consideraba plaga a cualquier animal que producía daños, típicamente a los cultivos. Actualmente debe situarse al mismo nivel que el concepto de enfermedad de forma que debe entenderse como plaga a una situación en la cual un animal produce daños económicos, normalmente físicos, a intereses de las personas (salud, plantas cultivadas, animales domésticos, materiales o medios naturales); de la misma forma que la enfermedad no es el virus, bacteria, etc., sino la situación en la que un organismo vivo (patógeno) ocasiona alteraciones fisiológicas en otro, normalmente con síntomas visibles o daños económicos” Fuente: www.boletinagrario.com
Ahora bien, si indagamos en la etimología de la palabra “plaga” podemos advertir que en su origen latín su significado nos remite a “herida profunda” o “llaga”, con lo cual nuestros ancestros tenían muy en claro la gravedad que conlleva convivir o compartir nichos ecológicos con seres vivos que dañan nuestra salud u otros intereses más vinculados a lo económico o productivo, disminuyendo de distintas maneras nuestra calidad de vida.
Analizando nuestra realidad actual, podemos advertir como esta actividad (actualmente profesionalizada) es resignada a un papel sanitariamente menor por muchos actores sociales: encargados de contrataciones de grandes empresas; funcionarios que deben hacer cumplir las normativas que velan por la salud de la población; legisladores que no impulsan leyes que promuevan el MIP como mecanismo para mejorar la calidad de vida de las personas; gobiernos enteros que ante flagelos como el Chagas, dengue; hantavirus, etc, no destinan presupuestos y recursos humanos, logísticos y técnicos a su control; etc.
Entonces: ¿por qué decimos que el “control de plagas”, o como conceptualmente debería enunciarse actualmente, el “manejo integrado de plagas – MIP” debería considerarse un servicio de primer orden?
Quienes nos dedicamos a esta noble profesión que involucra conocimientos sobre física, química, biología, seguridad laboral y ambiental, etc; los que nos tenemos que capacitar intensivamente en estas y otras disciplinas, y que para ser habilitados para ejercer nuestra actividad estamos sometidos a leyes, ordenanzas y reglamentaciones de estricto cumplimiento (¿?), vemos como a diario se minimiza este importantísimo servicio sanitario que brindamos a la sociedad; y como incluso en numerosas ocasiones, se lo subordina a tareas menores como ser: servicios de limpieza de inmuebles, jardinería u otros.
Un claro ejemplo de lo que planteamos es la falta de exigencias a los establecimientos elaboradores o expendedores de alimentos en cuanto a la calidad del servicio MIP que realizan en sus empresas. Basta con visitar alguna gran cadena de supermercados, o a algunos encumbrados establecimientos gastronómicos, para advertir la pésima gestión de manejo de plagas que realizan, poniendo en serio riesgo la salud de los consumidores generando un caldo de cultivo propicio para la aparición de ETAs.
Eso sí, como contrapartida destinan ingentes sumas de dinero a rubros tales como decoración, marketing, publicidad masiva, etc.
Otro ejemplo que quienes trabajamos en MIP advertimos a diario, son las licitaciones o concursos de precios convocadas por grandes empresas e instituciones (en muchos casos públicas) para la contratación de servicios de limpieza o de jardinería, y que como un rubro menor requieren la prestación de servicios de “desinfección, desinsectación y desratización” a las mismas empresas de limpieza o jardinería, las que no están (generalmente) habilitadas ni legal ni técnicamente para tareas MIP, y que habitualmente subcontratan el servicio, subordinando el control de plagas y vectores a una jerarquía menor que a los otros servicios de mantenimiento.
Siguiendo nuestro razonamiento inicial sobre la importancia vital de un MIP profesional y de primer orden de importancia, estamos convencidos que para obtener la matrícula como empresa MIP se debería demostrar mediante inscripciones legales (Ej: Contrato social) que es ése el principal objeto de desarrollo comercial del emprendimiento y que quienes son sus representantes están capacitados y comprometidos para ello de manera inequívoca.
No resulta razonable que se les otorgue habilitaciones MIP a empresas que se dedican en un 90% de su actividad a otros rubros como: limpieza de inmuebles, recolección de residuos en la vía pública, empresas de servicios de gas y plomería, u otros, ya que esto claramente subordina a la actividad de control de plagas y vectores a un papel de menor importancia sanitaria y social, contradiciendo todos los razonamientos científicos y legales aplicados a la actividad, tanto a nivel nacional como internacional.
Concluyendo con este razonamiento; a nadie se le ocurriría llamar a una empresa MIP para realizar una instalación de gas en un inmueble. Simplemente no corresponde.
Se debería aplicar el mismo criterio a contratar servicios de control de plagas; o a la hora de otorgar la habilitación oficial de una empresa MIP profesional.
CAEMIP habrá de gestionar por todos los medios a su alcance que las empresas MIP legalmente habilitadas y técnicamente capacitadas sean consideradas como herramientas sanitarias de primer orden por lo específico de la actividad y por las implicancias que pueden tener otros servicios ilegales o incapacitados técnicamente en la salud de las personas o en el impacto ambiental que puedan generar a partir del desconocimiento del uso adecuado de domi-sanitarios y de las técnicas MIP que aplican las empresas profesionales, las que minimizan el uso de sustancias químicas y se enfocan en resolver los problemas originados por las plagas priorizando el reordenamiento ambiental, aplicando medidas físicas de exclusión en las intervenciones que realizan.